Ahora que tenemos un nuevo Papa, Francisco I, quizás sea hora de que la iglesia se plantee su actitud respecto al sexo y no el de los ángeles precisamente, sino el de los hombres. Despojar a tan estimulante práctica de todo sentido impuro y adoptarla como una manifestación de espiritualidad, de la unión de dos cuerpos que llegan al éxtasis, como forma de expresar un deseo sublime y no condicionado por la procreación. Al fin y al cabo nunca se ha nombrado más a Dios que cuando se produce un orgasmo.
Para terminar la entrada, de regalo una
estampita de Jelena Jensen para que no se vayan de vacío, por si mañana
cierro el chiringuito...